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domingo, 26 de julio de 2009

Microrelatos III



A falta de más tiempo e imaginación, otra tanda de relatos cortos. Estos fueron paridos en mis idas y venidas al trabajo, en el tren. Si notáis que la letra está movida, es por el traqueteo del vagón.

Microrelatos III

Notó que el pescadero la miraba con desagrado. ¿Por qué sería? ¿Tenía mala cara? ¿Mostraba un aspecto desmejorado? No era puramente una cuestión estética y trivial, de ella dependía acabar en el cubo de los desperdicios o en la sartén de alguna buena familia.

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Deambulaba por las calles sin dirección ni sentido. Sólo avanzaba empujado por la inercia inicial, ignorante de cuál sería su destino. Envidiaba a sus iguales que tenían un lugar donde posarse y morar, … pero él tan sólo era un beso al aire.

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Nada más verla se enamoro de ella. Pero como era muy tímido optó primero por buscar información sobre ella. Quería conocer todo sobre cuanto la rodeaba. Y al fin, lo consiguió, aunque desde entonces habían transcurrido 63 años y ella llevaba 2 muerta.
Fue hasta su tumba y allí se dejó morir. Había disfrutado de una vida entera amándola y si tras la muerte había algo más, quería que fuese igual… tal vez, un poco de suerte, en su compañía.

domingo, 19 de julio de 2009

Microrelatos II


Lleva mucho tiempo sin publicar nada en este blog. Hoy mientras hacía costosamente unos largos en las piscina me han comenzado a surgir ideas. El resultado es otra tanda de microrelatos.



Microrelatos II

Era una persona extremadamente egoísta y vanidosa. Aun consciente de las consecuencias tomó el sol hasta agotar su último rayo. Su piel, más que adquirir un intenso moreno, se tornó oscuridad. Poco tiempo pudo lucirla. Sin Sol, en unos días todo el planeta completo murió.

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Buscaba una emisora en la radio y se detuvo de pronto. Asombrado descubrió que la voz que se oía era la suya propia. Quiso llamar a su mujer para se lo confirmase, pero ningún sonido salió de su boca. Le habían robado la voz.

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Movía el arco con frenesí. Una secuencia incesante de movimientos ora enérgicos, ora suaves. Sin embargo, la estridente e inquietante melodía que se escuchaba no brotaba del violín, sino del lamento desgarrado que emitía el aire al sentirse sesgado y acuchillado tan reiterativamente.