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jueves, 18 de diciembre de 2008

Sontera, tierra de dios


Historia con intención de cuento sin llegar a serlo. Algo pobre de vocabulario y demasiado escueta en algunos trozos que me hubiese gustado desarrollar más. Como dato anédotico añadiré que fue pensasa y escrita en los viajes en tren que me llevan de casa al trabajo y viceversa


Sontera, tierra de dios

Sontera era un extenso territorio rico en bienes naturales. Sus habitantes, los sonteros, eran gente sencilla, trabajadora y de trato afable. El clima, aunque en ocasiones arisco, era fiel a costumbres y buen sustrato para multitud de refranes. Sontera era lugar ideal para mantener una vida tranquila y humilde.

Los sonteros tenían un díos. Este era tan modesto que ni siquiera existía. Ello, sin embargo, no impedía que creyesen en él. Profesaban su religión con rutinaria devoción. Habían escrito los seis libros sagrados que él mismo dictó y, además, le atribuían la realización de varios grandes milagros.

Entre sonteros, algunos de ellos consagraban su vida a estudiar la palabra y las acciones de su díos. Se encargaban también de guiar las oraciones del pueblo y predicar la gracia y obra de su amado ser supremo. Eran llamados los Vocales.

Era tan fuerte la fe los creyentes de Sontera, que al dios no le quedó más remedio que existir. Y así fue. Todo aquello que contaban de él y que le atribuían fue verdad, por más ilógico y contradictorio que pareciese.

Como, en esencia, era un díos bueno y bondadoso, quiso corresponder a sus seguidores mejorando Sontera y la vida de sus habitantes. Pensando que les llenaría de gozo, se manifestó ante los Vocales y les anunció la llegada de mejores tiempos. Estos, consternados por su visita, tras meditar largamente, decidieron que ese mensaje tan sólo podía proceder de un ser maligno que pretendía confundirlos con perversos fines. Le dieron el nombre de “el Falso” y condenaron sus presupuestas malas intenciones.

El díos extrañado y algo decepcionado ante la reacción de los Vocales pensó que quizá sería mejor revelarse ante las gentes normales. Y así lo hizo. Se mostró a algunos miembros del pueblo llano, y para dar prueba de su identidad y bondad, obró pequeños milagros.

Los Vocales no tardaron señalar a los elegidos como malditos y a aquellos milagros como engaños malignos. Tan grave les pareció lo ocurriodo que decidieron formar una sección especial de su orden, a que llamaron "la Guardiana de la Voz", para que velase por la buena y sana fe.

Para ser todo un díos no el estaba siendo fácil ejercer de ello. Todo cuanto intentaba le salía mal. No podía actuar sin causar daños mayores al beneficio de las buenas acciones que había llevado a cabo. Tampoco, aunque estaba es su mano hacerlo, quería influir pensamiento de los sonteros o acotar su libertad. Creía que ello no sería noble y temía que hacerlo conllevaría su propia desaparición, pues él sólo existía por la fe natural que tenían.

Terrible dilema. O quedaba condenado a la inactividad eterna y la frustración que ello implica en un ser todopoderoso o se arriesgaba que sus fieles sufrieran grandes penurias como consecuencia de sus bienintencionadas intervenciones.

Paso varias semanas pensando. Buscando una solución. Y por fin, se determino por la que le pareció menos mala.

Creo unos dados, unos dos dados de seis caras. Cada uno tenía tres caras con símbolos del bien y tres con símbolos del mal. Cuando creía que debía obrar tiraba sus dados. Sí salían dos símbolos del bien beneficiaba al objeto de su atención, ya fuese un sontero, un pueblo, una flor, una montaña, o cualquier cosa. Si salía un símbolo de cada signo no hacía nada, se abstenía de actuar. Y si los dos eran del mal causaba perjuicio.

Estaba claro que desde su aparición los sonteros, y especialmente los Vocales entre ellos, ya no sólo creían en él y el bien, sino también en mal y el Falso. El bien y mal eran las caras de la misma moneda. Sin uno el otro no tenía sentido.

Ahora, sus acciones pasaban más desapercibidas. En ocasiones, regocijados, decían que era su obra de su amado dios. Otras que era la mano tenebrosa del Falso quien había intervenido. Pero en la gran mayoría de los casos lo llamaban simplemente “suerte”.

7 comentarios:

Daniela Haydee dijo...

Pues si que dan de sí tus viajes en tren... a esas horas (primeras y últimas) ya se sabe, que la mente no tiene la frescura de la entremesa :)

Se llamar Azar y casi no sé nota, sólo hace que las cosas ocurran aleatoriamente...

Saludines.

Merce dijo...

Las cosas de dios...

bornne dijo...

Uno, no me gustaría ser sontera. Eso de que mi vida se rija por el lanzamiento de dados (que encima haga un dios), no me atrae.

Prefiero lanzarlos yo en el único juego de dados que conozco, el póker mentiroso (hace años que no he jugado y no estoy segura ni si se llama así):P

Petonets!!

Luna Azul dijo...

Prefiero pensar que mi vida no es un juego y que los dados deciden.
Un abrazo Uno y felices días.

Uno dijo...

Daniela Haydée
Llámalo suerte, llámalo azar,… llámalo energía. En todo caso ahí está :-P

Merce
… y de algunos puñeteros humanos :-)

bornne
Yo también prefiero tirar esos dados. El mentiroso es uno de mis juegos favoritos de mesa, aunque hace mucho que no juego.

Full de besos con abrazos

Luna Azul
Hay tantas cosas que acontecen en nuestras vidas que nos benefician o perjudican y de las cuales desconocemos su origen o su porqué. Yo creo en dioses, ni dados, ni en la suerte. Sólo en cosas que controlamos y en otras que no. Pero…¿Quién sabe? ;-)

Besos, pasa unas fantásticas fiestas

Eva dijo...

Moraleja:
Hasta un Dios que es No Dios puede ser ludópata, no?
Ya me he liao ^^
Besos.

Uno dijo...

eva
Yo creo que era un dios en crisis poco preparado para su cargo... No tiene que ser facil lidiar con semenjante ganado.

Besos