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jueves, 18 de diciembre de 2008

Sontera, tierra de dios


Historia con intención de cuento sin llegar a serlo. Algo pobre de vocabulario y demasiado escueta en algunos trozos que me hubiese gustado desarrollar más. Como dato anédotico añadiré que fue pensasa y escrita en los viajes en tren que me llevan de casa al trabajo y viceversa


Sontera, tierra de dios

Sontera era un extenso territorio rico en bienes naturales. Sus habitantes, los sonteros, eran gente sencilla, trabajadora y de trato afable. El clima, aunque en ocasiones arisco, era fiel a costumbres y buen sustrato para multitud de refranes. Sontera era lugar ideal para mantener una vida tranquila y humilde.

Los sonteros tenían un díos. Este era tan modesto que ni siquiera existía. Ello, sin embargo, no impedía que creyesen en él. Profesaban su religión con rutinaria devoción. Habían escrito los seis libros sagrados que él mismo dictó y, además, le atribuían la realización de varios grandes milagros.

Entre sonteros, algunos de ellos consagraban su vida a estudiar la palabra y las acciones de su díos. Se encargaban también de guiar las oraciones del pueblo y predicar la gracia y obra de su amado ser supremo. Eran llamados los Vocales.

Era tan fuerte la fe los creyentes de Sontera, que al dios no le quedó más remedio que existir. Y así fue. Todo aquello que contaban de él y que le atribuían fue verdad, por más ilógico y contradictorio que pareciese.

Como, en esencia, era un díos bueno y bondadoso, quiso corresponder a sus seguidores mejorando Sontera y la vida de sus habitantes. Pensando que les llenaría de gozo, se manifestó ante los Vocales y les anunció la llegada de mejores tiempos. Estos, consternados por su visita, tras meditar largamente, decidieron que ese mensaje tan sólo podía proceder de un ser maligno que pretendía confundirlos con perversos fines. Le dieron el nombre de “el Falso” y condenaron sus presupuestas malas intenciones.

El díos extrañado y algo decepcionado ante la reacción de los Vocales pensó que quizá sería mejor revelarse ante las gentes normales. Y así lo hizo. Se mostró a algunos miembros del pueblo llano, y para dar prueba de su identidad y bondad, obró pequeños milagros.

Los Vocales no tardaron señalar a los elegidos como malditos y a aquellos milagros como engaños malignos. Tan grave les pareció lo ocurriodo que decidieron formar una sección especial de su orden, a que llamaron "la Guardiana de la Voz", para que velase por la buena y sana fe.

Para ser todo un díos no el estaba siendo fácil ejercer de ello. Todo cuanto intentaba le salía mal. No podía actuar sin causar daños mayores al beneficio de las buenas acciones que había llevado a cabo. Tampoco, aunque estaba es su mano hacerlo, quería influir pensamiento de los sonteros o acotar su libertad. Creía que ello no sería noble y temía que hacerlo conllevaría su propia desaparición, pues él sólo existía por la fe natural que tenían.

Terrible dilema. O quedaba condenado a la inactividad eterna y la frustración que ello implica en un ser todopoderoso o se arriesgaba que sus fieles sufrieran grandes penurias como consecuencia de sus bienintencionadas intervenciones.

Paso varias semanas pensando. Buscando una solución. Y por fin, se determino por la que le pareció menos mala.

Creo unos dados, unos dos dados de seis caras. Cada uno tenía tres caras con símbolos del bien y tres con símbolos del mal. Cuando creía que debía obrar tiraba sus dados. Sí salían dos símbolos del bien beneficiaba al objeto de su atención, ya fuese un sontero, un pueblo, una flor, una montaña, o cualquier cosa. Si salía un símbolo de cada signo no hacía nada, se abstenía de actuar. Y si los dos eran del mal causaba perjuicio.

Estaba claro que desde su aparición los sonteros, y especialmente los Vocales entre ellos, ya no sólo creían en él y el bien, sino también en mal y el Falso. El bien y mal eran las caras de la misma moneda. Sin uno el otro no tenía sentido.

Ahora, sus acciones pasaban más desapercibidas. En ocasiones, regocijados, decían que era su obra de su amado dios. Otras que era la mano tenebrosa del Falso quien había intervenido. Pero en la gran mayoría de los casos lo llamaban simplemente “suerte”.

jueves, 11 de diciembre de 2008

¿Cómo pudieron hacerme esto a mí?

Una nueva tonteria de inspiración reciente. Como casi todo lo que me sale últimamente más por experimentar escribiendo que por escribir y contar algo en sí.

¿Cómo pudieron hacerme esto a mí?

Tres años llevaba alejado de sus seres queridos. Tres años sin poder hablarles ni oírlos ni siquiera verlos. Tres años recluidos en aquella cárcel. Tres años aislado… y sin una idea clara de cuando acabaría aquello. No había un plazo, ni un límite. No tenía fecha de caducidad.

No había escapatoria posible. No veía la manera. No existía prisión de muros más resistentes. Lo sabía bien. El mismo la había construido a base de orgullo. No cedió entonces ni lo haría ahora. No cambiaría de postura nunca. No podía hacerlo.

Les quería, es cierto. Les quería mucho, pero ¿cómo pudieron haberle hecho eso? ¿Cómo pudieron? No le dejaron alternativa. No había otra salida ante su actitud. Dolía. En ocasiones, dolía muchísimo y los añoraba con toda su alma. Pero eso no lo sabrían jamás.

Fueron vanos todos los intentos que hicieron por cambiar su parecer. Las suplicas, los llantos, el tono calmado, los gritos airados o despechados. Nada de eso sirvió. Se incomunicó. No contestaba sus llamadas y, si usaban otro número, al reconocer su voz, les colgaba sin añadir palabra. Sus cartas las reciclaba directamente tal como las cogía. Y ya podían apostarse en su puerta esperando que abriese o saliese. Ella permanecería cerrada, como todo él.

Apenas recordaba bien como ocurrió aquella tarde en casa de su hermana. Sí quienes estaban allí: su hermana, un amigo, una amiga, que podría haber llegado a ser algo más, y sus padres. Lo peor es que después se rieron. Aun cuando vieron que se enfadaba, continuaron con las carcajadas, las miradas cómplices y las bromas a su costa. Seguro que cuando salió, dejando la puerta cerrarse de golpe, le tomaron en serio y les cambió la cara. Le pareció oír que gritaban su nombre cuando arrancaba el coche, pero no había vuelta atrás.

¿Cómo tuvieron el valor de hacerle eso? A él, que les quería tanto. No sólo no se arrepentía de su decisión sino que llevaba la cabeza bien alta. ¡Uno tiene su orgullo! Y aunque no es fácil sacrificar a los seres que quieres por él, a veces, es el único camino queda.

Todavía, después de estos tres años que han pasado, sigue sin poder entender por qué no le aceptaron “pulpo como animal de compañía”.

jueves, 23 de octubre de 2008

No he podido evitarlo

Ahí va una tontería, una tontada que se me ocurrió. Algo para llenar hueco y limpiar las telarañas que comienza a tener ya esto.

No he podido evitarlo

- Hola. Perdona que te moleste. Te he visto y he sentido un impulso irrefrenable hablar contigo. Supongo que sonará muy extraño pero… creo que eres la mujer de mi vida. Ya lo he dicho. Te observado un poco desde allí y mientras más te miraba más claro lo he tenía. Lo sé, es una locura pero ¿qué tiene sentido en este mundo ahora? Creo que nunca, en toda mi vida, he estado tan seguro de algo. Quizá sea una corazonada, un presentimiento,… quién sabe, es una sensación muy fuerte y una certeza absoluta. No te diré que eres la mujer más bella del mundo y que sabré siempre hacerte feliz. Si te aseguro que para mis ojos no hay otra desde ahora mismo, que serás el reposo de mi mirada y la energía que alimentará mis sueños y actos. Todos mis esfuerzos serán para que te sientas la persona más dichosa de cuantas existan y no cejaré nunca en ello. Siento que te amo, que te amaré hasta el final de nuestros días y que he amado desde siempre. Nuestras ropas me parecen injustas cárceles que separan nuestras pieles a distancias insufribles. Desearía en este mismo momento estar fluyendo dentro tuyo envuelto en los vahos de los sudores de nuestros cuerpos, … y besarte, besarte sin fin hasta que el mundo acabe, y aun después seguir besándote, desafiando al Universo y sus leyes.

- Ufff, está visto que una no puede aparcar la moto tranquila. En ocasiones me parece increible el daño que ha hecho “La vida es bella” a nuestra sociedad, casi tanto como House, ahora todo el mundo pretende seguir la moda de ser irónico soltando bravuconeadas soeces, siendo un borde incongruente o, lo que es peor, ambas cosas a la vez. Tú perteneces a los otros, a los mimosos con labia que creen que soltando y un desfile de frases emotivo y audaz van a tener la misma suerte que Roberto Benigni. Pero este es el mundo real y, loco o no, las cosas no son tan fáciles. Para comenzar eres el tercero del día que me viene con parecido cuento y el nosécuantos de está semana y, quieras que no, una queda curada de espantos a base de costumbre. Y no es que yo sea una mujer poco abierta o prejuzgue a la primera, pero piensa, que tener a tu mujer del brazo y tus tres niños, muy monos por cierto, de la mano te resta bastantes puntos y hacen menos creíbles tus palabras. Otra cosa poco positiva es que, como ves, soy agente de municipal y si he detenido la moto es para multar tu coche que tienes aparcado en doble fila habiendo sitio libre, para más inri, ahí delante. Y ya que es la primera vez que me ves, me presento, soy Julia, tu vecina del bajo desde hace 11 años, y no sabes lo agradecida que te estaría si dejases de confundir el patio de luces con un cenicero o como mínimo tuvieses el detalle de tirar las colillas apagadas. Eso sí si que me haría muy feliz sin suponerte mucho trabajo, pero de momento… la documentación del vehiculo y su carnet de conducir, por favor.

lunes, 23 de junio de 2008

Agradecimiento (fuera de temática)


La Alboraida


Rompo la línea y propósito de este blog para hacer un agradecimiento publico.

Os cuento.

Hace unas semanas comencé a pasarme por un excelente blog: La Alboraida creado por Landahlauts (del hábito hasta he aprendido a escribir bien su nombre sin copiarlo ;-) ).

No os cuento nada sobre el mencionado blog pues prefiero que lo descubráis y disfrutéis vosotros mismos. Bueno también por preservar el “arte virgen”, un concepto mio que para ser bien explicado tendría que hacerlo en mi otro blog (más personal) Cachos de vida. Vale, sí esto era algo de autopromoción.

Ya me desvié del tema… como iba contado. Comencé a visitar con asiduidad La Alboraida y durante este tiempo me he hecho uno de los habituales que lo leen y comentan.

Ya me desvié del tema… como iba contado. Comencé a visitar con asiduidad y durante este tiempo me he hecho uno de los habituales que lo leen y comentan.

Coincidió curiosamente por esas fechas en que yo comenzaba a entrar un concurso ideado por Landhlauts. Su objetivo era descubrir quien iba a ser su “colaborador secreto”, para ellos publicaría varias entradas especiales que contendrían pistas sobre esta oculta identidad. Desde el primer momento el concurso emocionó y sus fieles hemos estado siguiendo las pistas y tratando de desvelar el misterio. Además, ¡había premio! :-)

Debo confesar que he sido una persona muy afortunada, primero ser uno de los que encontraron la solución (más merito de google que propio). Y luego porque entre todo los acertantes (buena gente de la comunidad de La Alboraida que listo a continuación) se hizo un sorteo (en función del número del cupón de la ONCE del día) y me toco a mi.

1.- Concursante: Caulfield
Dame Mis poderes o no te desato

2.- Concursante: Peritoni
Ay omá!!

3.- Concursante: Luna Azul
Miradas de Luna Azul

4.- Concursante: Uno
Mentira como la vida misma

5.- Concursante: Pon
La Montaña de la Espalda Quebrada

6.- Concursante: Breuil
Esto no es Tir-Nan-Og

7.- Concursante: Merce
Desde el rincón

8.- Concursante: Suntzu
Y total... ¿pa' qué?

9.- Concursante: Bornne
Llenando el Baúl

Fino agradeciendo a Landhlauts su gran idea del concurso y la generosidad de otorgar un premio al resultante ganador. También a todos sus habituales que acertaron y que no, que participaron en el concurso y que no. Es decir, a todos los de esa pequeña comunidad por el ambiente que creado. Para mi es un orgullo haber sido el afortunado.

Gracias.

domingo, 15 de junio de 2008

Valero chico - I

La pequeña historia de hoy tiene como protagonista a Valero, personaje inspirado por el texto Valero y sus huevos del muy recomendable blog Esto no es Tir-Nan-Og.

Intentaré contar, en varias historias breves, la supuesta vida y obra de este gran infrahéroe humano.


Valero chico



Hola. Me llamo Valero con “v” de vino. Lo digo porque ya me costó aprenderlo de chico y no quiero que nadie diga mal mi nombre.

Yo nací en Chipiona, ¡olé! La tierra de la más grande, Rocio Jurado, ¡olé, olé y olé! Con arte cantaba y que dos pedazo tetas tenía. Cuando nací pesé 5, 600 kilos.

Yo siempre, desde pequeño, he sido fuertote, de lo que se dice constitución fuerte. Cuando nací pesé 5, 600 kilos. No hubo chiquillo de mi edad que me pudiese y si alguno de los más grandes me hacía algo, ese al poco se llevaba dos buenas pedradas en la cabeza… y a veces hasta una meada bien meada encima.

Me acuerdo de un juego muy gracioso que hacíamos. Nos partíamos el culo de la risa. Cogíamos una lagartija, cuanto más grande mejor, y le poníamos bien atado un chino, uno de eso petardo de colores con estrellitas que valían a duro. Lo encendíamos y tirábamos el bicho al suelo. Qué gracia, corriendo de un lado a otro acojonado y luego buuuum, jajaja. A tomar por culo el bicho. Ay, que tiempos tan buenos.

Pero también había cosas peores. Mis profesores me tenían manía. Vale que yo les hacía alguna gamberrada y que me costaba mucho aprender todo eso que decían. Repetí muchos años. Lo bueno era que al ser el más grande me hinchaba a comer pastelitos y bocadillos de los otros crios. Así me puse de grande y fuerte.

A los profes les ponía caca de perro en la mesa o pegamento en su silla. Cosas divertidas que a ellos no les gustaban mucho. Creo que hasta se alegraban cuando hacía novillos.

Pasaron varios años así hasta que me volví listo y comencé a aprobar todo con cincos pelados aunque no hiciese los exámenes. Me parece que por fin se dieron cuenta de que yo era un chaval sano.

Al acabar el cole me tocó buscar trabajo.


viernes, 2 de mayo de 2008

Mi vieja historia



Recupero otra historía de con aires fantasticos. Obedece a la presentación de un personaje: "Terodonte". No es ni buena, ni demasiado original pero puede que a alguien le guste... cosas más raras se han visto, así que ahí la dejo.

Mi vieja historia



- I -


Hola amigo, deja que beba contigo al calor de tu hoguera.
Te pagaré tu hospitalidad con una historia. Pero, perdona, no me he presentado. Mi nombre es Terodonte, es un nombre que adquirí por los caminos, el verdadero ya ni lo recuerdo.

No me gusta hablar de mí, ni mi pasado, pues es eso tiempo pasado, pero hoy te contaré quien soy y mi pequeña historia.
Soy poco más que nadie y no aspiro a ser mucho más, quiero una vida tranquila y discreta, no me gusta llamar la atención ni meterme en problemas.

Los siento, me estoy desviando, vayamos a los inicios. Nací en una buena familia, podría decir “noble” pero es un calificativo demasiado generoso para ellos. Eso ocurrió hace ya bastante tiempo y a muchas leguas de aquí.

Mi padre gobernaba, o mejor dicho, extorsionaba un amplio feudo. Como su primogénito fui educado en el dominio de las armas y el arte de las letras, esto último más bien por influencia de mi madre, la cual creía que la fuerza bruta y la habilidad en la lucha no bastaban para ser un buen líder.

Mi padre era un ser malvado y ególatra, enamorado de sí mismo, de sus dominios y de su poder. Era cruel y sádico. Mi madre no era mucho mejor, era inteligente, ambiciosa y maquinadora. Le encantaba su posición, y el hecho de que mi padre fuese su esposo era sólo un mal menor que no estropeaba todo lo que obtenía a cambio. Era realmente bella, sin duda por ello mi padre la eligió como esposa.

Tenía un hermano y una hermana, no mucho mejores que mis padres. No les culpo, nunca conocieron, como yo, ni el amor ni el cariño. No nos queríamos, aunque tampoco nos odiábamos. Todo era pura conveniencia. Yo sería el heredero del feudo, mi hermana sería la esposa de algún otro gobernante y con su dote, mi padre, le compraría a mi hermano el cargo de abad en alguna abadía donde podría dar rienda suelta a todos sus vicios y caprichos.

En cierta forma, todo era perfecto. Todo menos yo.

- II -


Mi madre inició a mi padre en la adoración a los dioses oscuros, de ellos provenía parte de nuestro poder. De vez en cuando, en las poblaciones cercanas desaparecían niños, e incluso bebés. Contaban que el culpable era un monstruo insaciable que desde la oscuridad acechaba a las gentes humildes robando criaturas y, en ocasiones, matando a sus padres. El monstruo real era mi padre que instigado por mi madre envía a su guardias de confianza a realizar tales atrocidades. No es complicado imaginar que pasaba con los niños.
En las mazmorras del castillo eran sacrificados para contentar a los dioses del mal y toda la familia bebíamos su sangre.

Su sangre, ese sabor dulce y metálico que jamás ha abandonado mi paladar. Ciertamente, no sé que ocurrió, que cambió en mí. Comencé a sentir desagrado por aquello, a pensar en esas inocentes víctimas y qué vida tenían hasta ese fatal momento.

A menudo me escapaba y observa a la gente común… y me sorprendió que a pesar de todos los males que sufrían, en su vida mísera e insignificante, se querían entre ellos y eran felices, reían. Me costó mucho asimilar que había otra forma de vida posible, donde el poder no era lo más importante. Que lo simple y lo sencillo poseían más belleza que las mayores riquezas.

Una noche, una de esas noches de luna llena, me enfrenté a los hombres de mi padre cuando iban a perpetrar un nuevo ataque del “monstruo”. Maté a algunos, herí a varios, pero me capturaron y fui llevado preso ante mi padre. En su presencia le grité cuanto sentía en mi corazón, me abofeteo y envió a una mazmorra. Había dejado de ser su hijo… y ya pensaría que hacer conmigo. No tuvo tiempo de hacerlo, o quizás sí, pero eso nunca lo supe. Desde la celda conseguí atemorizar lo bastante a un guardia para que me trajese de beber, le agarré y obligué a liberarme… y huí.

- III -


Huí, huí y huí. Unos harapos, un caballo y una daga robada mis únicas pertenencias. Desde entonces he errado por los caminos, el polvo ha sido mi único compañero fijo. He conocido mejor a las gentes, he observado e intentado aprender, cada vez más, de ellos y de sus vidas sencillas. He realizado múltiples trabajos y tareas a cambio de comida o algo de dinero.

En ocasiones, he roto mi regla de discreción por reparar alguna injusticia. Sí, he luchado por el bien y la justicia, o lo que mis sentidos me dicen que es el “bien”. Descubrí otros dioses, dioses de la luz y dioses del equilibrio, y aunque simpatice más con ellos, nunca confiaré en los dioses. Prefiero seguir mi camino y deberles lo menos posible.

Quizás os preguntaréis qué hizo mi padre mi familia tras mi fuga. Poco pudo hacer porque esa misma noche el castillo ardió. El pueblo, al descubrir que no existía monstruo alguno, sino que eran los secuaces de su señor quines les quitaban sus hijos, se rebeló y sus gentes marcharon hacia el castillo armadas con aparejos y herramientas del trabajo. Alguien me contó que fue un baño de sangre. Muchos aldeanos y guardias muertos, un caos donde no había señor ni mando en ninguno de los dos bandos. Me dijeron que el hijo mayor fue quien inició el fuego quemando a su propia familia y que cuando tuvo lugar la revuelta el señor ya yacía muerto y, el hijo lejos de allí…quién sabe, puede ser verdad, puede ser sólo otra historia.

- IV -


Y ahora estoy aquí, algo cansado de los caminos, con intención de establecerme en algún lugar donde intentar encontrar paz. No aspiro a ser nada, soy un solitario y se que así será hasta que mi vida cese. Me apetece parar, descansar, crecer, dejar de huir de mi pasado y de mi mismo. Quizás así este sabor, este sabor dulce y metálico desaparezca.

Pero, ¿sabes? No serás tú quien vea que suerte me depara el destino. No pongas esa cara. Eres un mal bicho. Has obrado mal, demasiado mal y debes morir… ¡Desenvaina tú arma!

miércoles, 23 de abril de 2008

Una rosa

LLego tarde, no pude regalar la rosa a tiempo, así que dejo aquí esté invento, a ver si así algo compenso.

sábado, 29 de marzo de 2008

Recuerdo la primera vez...

Hace algún tiempo, escribí sin acabar un texto del cual me encariñe particularmente. Quisó la mala suerte que se perdiese o traspapelase. Hoy he intentado recuperarlo de memoría y, aunque seguro que le he sido infiel al reproducirlo, creo la idea principal áun late en este. Espero que guste.

Recuerdo la primera vez...

Una ligera brisa me revolvió el cabello obligándome a rehacer mi peinado con tosca ayuda de mi mano. Eran las primeras horas del día y el fresco se hacia sentir a través del anorak. El suelo se hallaba húmedo y de aspecto resbaladizo. La densa niebla ocultaba la calle, tan sólo se podían adivinar las farolas tras unas amarillentas aureolas.

Dirigí mi mirada al cielo y vi una cantidad inmensurable de estrellas a simple vista. Siempre he pensado como inútil y estúpido el intento, tan peliculero, contarlas.

Mire el reloj. Te retrasabas… Di unos pasos en redondo y el polvo que se levanto ensució mis sandalias, ¿Cuánto hacía que no llovía? No sé, todo estaba tan seco y árido que no recuerdo como era la ciudad sin ese constante velo polvo grisáceo que la cubre.

Seguía esperando, esperándote y tú sin aparecer. Al comienzo, me pareció buena la idea de quedar para cenar. Prometía una velada agradable y toda la noche por delante para llenar con nuestras apetencias e imaginación.

Medía hora había pasado ya. Y la reserva no la mantenían en el restaurante más de quince minutos. Quizá la copiosa lluvia te había retrasado. Deseé que hubieses sido previsora y cogido un paraguas, no, mejor, dos paraguas. Aunque…, total, yo ya estaba empapado desde la calva hasta las suelas de mis bambas. Afortunadamente, era una lluvia cálida, de esa que no importa que te moje pues sus gotas son como diminutos lametazos.

La luz de un relámpago te reveló y el instantáneo sonido del trueno que me sobrecogió. ¡Que pelirroja estabas!

Corrí hacia ti. Llegaba tarde y no tenía disculpa, bueno, si pero no te la podía contar. Tú idea de vernos por primera vez en una playa nudista me pareció tan desconcertante como divertida. Accedí muerto de pudor y vergüenza. Y ahora corría hacia ti penosamente, con los pies abrasados por la arena y el sol en lo alto abrasándome el cuerpo..

Tonto de mí, no había llevado protección solar. ¿Dónde llevarla? Es lo malo de la piel, que no tiene bolsillos.

Tú estabas sentada en una toalla, con la cabeza sobre los antebrazos y estos apoyados sobre tus rodillas. Tu rizado cabello descansaba sobre tus hombros. Me mirabas sonriente con tus ojos bañados en ámbar. No vale, eso era trampa. Tú me veías enterito y yo a ti nada.

Llegué a tu lado con la respiración entrecortada. Me dejé de caer de rodillas frente a ti. Te miré a los ojos sin decir nada, mientras recobraba la respiración. Allí estábamos, juntos, por primera vez, los dos y sin nada más que nos separase que el aire. El silencio continuaba, ninguno decía nada. Entonces, tú te incorporaste imitando mi postura. Te mostraste entera y mi mirada inundó tu cuerpo, de abajo a arriba, para volver a la paz de tus ojos negros.

Te aproximaste hacia mí y me besaste. Te besé abrazándote y recogiéndote sobre mi cuerpo. Noté tus pechos sobre mi piel y aumenté mi presencia. Nos besamos.

Una luna nacarada brillaba sobre el cielo y era mudo testigo de nuestro beso.

Teníamos los labios fríos y cortados y, mientras se unieron, los copos de nieve se depositaban suavemente sobre nuestras caras.

La pareja de la butaca de detrás se reía al vernos y en la pantalla un león rugía.

No sé, es un recuerdo borroso o la suma de otros poco claros. Realmente, no puedo rememorar como fue ni como éramos. Estabas tú y estaba yo. Se seguro que nos besamos aquella primera vez. Nosotros dos y el mundo alrededor. Un mundo indefinido que poco importa. Sería ridículo medir la relevancia del Universo cuando te tengo a mi lado. Nada existe sin ti. Nada tiene sentido si tú no estás.

Por cierto, ¿quién eres tú?



domingo, 24 de febrero de 2008

Los errantes (IV de IV) - Un deseo

Último capitulo de la historia.

Capitulo IV – Un deseo

El cuerpo de Maaka quedó carbonizado y mutilado por la avalancha de materiales en el derrumbe. Sin embargo, Breen no descansaba junto él.

Cubierto de llamas y herido por las piedras caídas consiguió llegar a la salida.

Su cuerpo era todo dolor, su piel y su carne estaban quemadas. Todo ese caos a su alrededor en un hiriente silencio. En su huida, la vista le fue abandonando, había demasiado calor. Con la irracionalidad que da el pánico y el deseo de sobrevivir, se abrasó las manos al ir tanteado en busca de la salida y apartando los restos ardientes de su camino. Tras salir no permaneció mucho tiempo consciente.

Pasaron unas horas y quiso la fortuna que unos nómadas atraídos por el fuego se acercasen.

Le encontraron bocabajo sobre el suelo, básicamente desnudo y con casi todo el cuerpo quemado. Inicialmente le creyeron muerto. Sordo y ciego, la primera conciencia que tuvo, Breen de los nómadas, fue el doloroso roce de una mano sobre su hombro, su cuerpo se estremeció. Intento gritar, decir algo… pero pese a estar sordo sabía que de su voz apenas salían unos graznidos.

Le cuidaron y sanó su piel. Pasó mucho tiempo y sus quemaduras finalmente cicatrizaron. El dolor, si bien se atenuó, nunca cesó. No recuperó ni vista ni oído ni voz. Sus manos habían quedado atrofiadas convertidas en torpes muñones. Pese a todo eso, no quería morir, no quería olvidar. Se lo debía a su maestro…y a sus “hermanos”. Ahora sabía como llenar su vació, sabía de donde venían las visiones que comenzaron poco meses antes de llegar a la biblioteca. De alguna forma debía conseguir reunirlos y contarles cuanto conocía,… juntos descubrirían toda la verdad. Volverían a ser uno. Los errantes serán uno.

jueves, 21 de febrero de 2008

Los errantes (III de IV) - El ser sobrenatural

Penúltima entrega.

Capitulo III – El ser sobrenatural


El Maaka calló. Parecía pensativo, como si estuviese en otro mundo. El alumno aguardaba en respetuoso silencio y no exento de preocupación las propias palabras de su maestro. De pronto, una bruma, de ella una luz y de la luz un ser que apareció ante ellos.
- Pareces sorprendido, viejo, veo que reconoces la historia.
- Tú… - respondió anonadado Maaka -… eres tú…
- Sí, yo soy, me conoces, pero no hace falta que digas mi nombre, podría costarle la vida a alguien – y miro a Breen, que asustado observaba la escena.
- Mientras leía – comenzó a hablar lentamente Maaka – me he dado cuenta que quien escribió este pergamino era un “hermano”, el aparecía en mis sueños y visiones…yo también he visto esas miradas, esos otros tantos como yo…
- Sí, realmente, sois una plaga, no os basta con morir… como tú harás en breve, os empeñáis en reencarnaros.
- Entonces, ¿mis visiones…?
- Tus visiones vienen de tus otras vidas, afortunadamente la vida del humano es lo suficiente corta para que no llegue nunca a comprender.
- ¿Era yo?
- Eras tú, lo mismo que el maldito que escribió ese pergamino se veía a si mismo…
- Pero,… ¿por qué?
- ¿Acaso has visto alguna vez a un dios aceptar preguntas de un miserable humano? Sois una plaga, una molestia, para mí, para los demás dioses y para el mundo. No puedo evitar que nazcáis en otro cuerpo, pero si puedo bañaros en el olvido… Y ahora, como bien habrás adivinado, ese pergamino debe ser destruido…no pueden quedar rastros. Nunca deberéis conocer la verdad, nunca…¡por el bien de todos! - Cada vez hablaba más fuerte y enfureciéndose a cada palabra - Estáis condenados a vagar por la vida con vuestra sed inaplacable, solos, perdidos y confusos... nunca volveréis a ser uno… ¡NUNCA JAMÁS!

Tembló la sala con la potencia de su voz. Fue lo último que oyeron Breen y Maaka, sus tímpanos estaban destrozados.
El dios miró al viejo y sonrió. El pergamino prendió y comenzó a quemarse. Cayeron las llamas sobre las ropas de Maaka y otros textos. Pronto el fuego se extendió por toda la sala. Maestro y discípulo quedaron rodeados por las llamas, su vestimenta ardía.

Tan fugazmente como apareció el dios, se esfumo abandonando la devastación que había provocado.

El intenso calor debilitó la estructura de las paredes del sótano. Cedió el techo y los escombros sepultaron las cenizas de la que había sido la gran biblioteca.

lunes, 18 de febrero de 2008

Los errantes (II de IV) - La historia


Continuación del relato con segunda parte para llegar hasta la mitad.

Capitulo II – La historia

…pero mi nombre no es importante. Llegué, a está gran ciudad hace unos días, y decidí poner, aquí, escritas todas mis sospechas, todas mis visiones. Quizás, en un futuro, le sirva a alguien para desvelar el misterio que, a los que ahora siento como hermanos, nos rodea. Moriré pronto, lo presiento, y moriré sin llenar este vacío que durante toda mi existencia me ha arrastrado de un lugar a otro, errante, sin destino… Al fin moriré y no me pesa ni lo temo, sólo me causa curiosidad.
Que maravillosa esta biblioteca donde tanto saber hay encerrado, casi me parece un insulto dejar aquí este texto, pero así ha de ser.

Mi niñez, mi juventud son turbios recuerdos envueltos por la niebla del olvido. Pero recuerdo el camino, sobre distintos paisajes, siempre el camino. Siguiendo adelante, buscando como saciar este vacío. Primero me atrajo el dominio de las armas, pensé que de esa manera me sentiría completo. No fue así, fui de un lado a otro aprendiendo hasta que ninguno me pudo enseñar más. Fui discreto, nunca quise ser un guerrero, sólo luché para defender lo que creía justo, pero nada de eso me lleno. Había momentos, en la lucha, en los caminos, que imágenes fugaces pasaban ante mis ojos, imágenes de otro mundo, de otras gentes, y que las sentía muy mías. Las noches eran temibles sueños que me trasportaban guerras, a enfrentamientos, y siempre había un ser muy poderoso, ¿quizás un ser sobrenatural?, no lo sé, forma parte del enigma. Comencé a dormir cada vez menos, por miedo a mis sueños, sólo lo hacia abatido por el agotamiento.
Mi interés se volcó luego en las ciencias, no en la que enseñan en los templos, jamás admiraré a los dioses, malditos presuntuosos, sino a las que residen en las cosas, en la naturaleza.
Aprendí, sí, aprendí mucho. Al dormir menos, las imágenes se hicieron más frecuentes de día, y el vacío de mi interior más hondo.
Encontré otros como yo, hermanos de destino. Nos cruzábamos en el camino y con sólo vernos los ojos nos reconocíamos, detectábamos el vacío en nuestra mirada. Han sido bastantes, sí,… recuerdo al asesino compulsivo, aparecía y mataba por matar lo que fuese, no le importaba, y volvía a desaparecer sin cambiar la seriedad de su cara; …al herrero que fabricaba objetos maravillosos y luego los destruía, buscaba el mineral perfecto; …el alquimista en busca de los elementos puros; …el atleta de fuerza y velocidad descomunales, tras la bestia que lo superase luchando cuerpo a cuerpo… Tantos, todos grandes, todos tan distantes al resto de sus congéneres, humildes, silenciosos, todos tristes, sus ojos, nuestros ojos apagados, con este ansia infatigable, con este vacío, este sentimiento de no ser completos. Que tremendo dolor para un humano.

Seguí aprendiendo, algunas cosas asombrosas, que conmigo morirán. Según los días se acercaban hasta hoy, las imágenes, las visiones, los sueños se han ido haciendo más frecuentes. Tengo la certeza, que todos compartimos este terrible hado, y me pregunto, a veces, que ocurriría si nos uniésemos, si compartiésemos nuestros sueños y visiones. Oh, que maravillosa fuerza. Quizás, así, todos juntos calmásemos el vacío, quizás descubriésemos que maldito ser tramó esta tortura… debe haber una relación, no puede ser casual. Siento pena pues a alguno de mis hermanos maté y bien sé que ellos a otros mataron. El bien, el mal, cada uno tenemos nuestra idea o nuestro instinto, que por desgracia como ocurre con los demás seres de este basto mundo, rara vez coincide. Fino aquí mis líneas, con una pregunta nunca podré contestar ¿qué me deparará la muerte?


sábado, 16 de febrero de 2008

Los errantes (I de IV) - El pergamino

Público el primer capitulo (de cuatro) de un pequeño cuento fantastico. Fue creado como prólogo para aventuras en un servidor de rol on-line de Ultima Online (algo similar al World of Warcraft, pero en cutrecillo y con mucha más antigüedad). En pocos días irá apreciendo los siguientes.


Capitulo I – El pergamino

Maaka, estudioso de la historia y las ciencias, había consumido casi la totalidad de su vida en localizar los restos de aquella civilización de grandes sabios hacia mucho tiempo ya olvidada. Y ahora, estaba allí. Tres meses habían transcurrido, desde que llegaron. La visión de aquella cuidad devastada les desanimo inicialmente, pero en unos sótanos lograron localizar la gran biblioteca perdida, guardiana y custodia del saber de antaño.

Tres meses entre polvo y pergaminos, leyendo, transcribiendo, clasificando. Quedaba mucho por hacer y la luz de su vida iba apagándose poco a poco. Por fortuna, contaba con la inestimable ayuda de Breen, su discípulo.
- Maestro, mirad, he encontrado este extraño pergamino, estaba semioculto bajo una estantería derrumbada. No comprendo la escritura… ¿qué puede ser?
- Acércalo, aquí, a luz, que lo vea bien …- la cara de Maaka se llenó de sorpresa e incredulidad -...no, no es posible, esto, esto no es de aquí…, esto sí que es inaudito.
- ¿Lo conocéis? ¿De que se trata?
- Oh, Breen, parece que has encontrado un imposible, la cultura que estudiamos no tiene nada que ver con estos signos… los conozco, sí, en gran parte me son familiares, pero son de un lugar tan lejano que es extraordinario que pueda estar aquí, - el maestro miro seriamente a su discípulo – quien escribió este pergamino debió pasar toda su vida viajando.
- ¿Entendéis que dice? ¿Podéis leerlo?
- Sí, puedo leerlo, tráeme algo de agua, por favor, tengo la garganta seca,…intentaré contarte lo que está escrito,… el principio está borroso…
- Tomad maestro, bebed
- Gracias, Breen... desde donde se puede leer dice…

sábado, 19 de enero de 2008

La estatua

Recupero algo muy viejo y que no me acaba de convencer pero perfiero dejarlo intacto por respeto a mi yo pasado (con sus virtudes y defectos).

La estatua

No sé que es, de pronto ha surgido,
me abrasa el estomago,
me alborota el corazón,
las palabras no salen,
mis pensamientos se bloquean,
sólo quiero contemplarte,
ser el mejor para ti,
darte toda la felicidad,
pero me pueden los nervios,
me entra pánico por hacer algo mal delante tuyo,
no soy capaz de reaccionar,
y el silencio se adueña del momento,
tú delante mío,
yo delante tuyo,
que dulce tortura,
que estúpida inseguridad,
deseo besarte pero hasta mirarte me duele,
por favor,
vete y dame consuelo,
deja que la soledad alivie la tensión,
permite que maldiga mi sino y mi cobardía,
aléjate y déjame con la amargura
de haber perdido una vez más sin luchar
por lo que más quiero,
que me invada la pena
hasta que otra vez te vuelva a ver.

domingo, 6 de enero de 2008

Diario de una noche

Había pasado tanto tiempo que ya no recordaba el sabor de su clítoris sobre su lengua, ni el suyo ni el de ninguna otra, evidentemente.

Continuaba ligado a ella a través de los recuerdos que le sobrevenían por el menor detalle de la vida cotidiana. Añoraba el sexo, la pasión desmedida, recorrer toda su piel sintiéndose impotente de no poder abarcarla toda a la vez, su boca húmeda e inquieta, esa mirada levemente pérdida, sus cálidos pechos y su tropical vagina. Pero sobre todo echaba en falta su presencia silenciosa, compartir los momentos, ser cómplice y participe de su vida. ¿Qué había sido del candor y ternura que sentían el uno por el otro, de las risas, de la felicidad y el deseo de que nada cambiase pues el mundo les sobraba?

Era consciente que todo había acabado y que ella, ahora, era totalmente ajena a su vida. Pensaba en ello mientras dejaba que el agua de la ducha secuestrase sus lágrimas impudorosas. Tenía que salir y vestirse, pero no quería. Era como si el calor de la agua le protegiese del exterior al igual que lo hacia del frío propio del invierno. Sentía la soledad y pánico de que está le acompañase durante el resto de su vida.

Miro el reloj del cuarto baño a través de las brumas del vapor y la hora que marcaba le impulsó a salir de su artificial feto. Se seco, desodoró, afeitó y vistió. Se hizo con las llaves del coche y salió de casa.

Joer, que tarde, que tarde, que tarde.

Como odiaba el tráfico. Ante la hora aproximada de viaje que tenía por delante, puso la radio. A esa hora sólo hablaban de deportes, no le interesaba pero era preferible a oír una emisora musical y que cualquier canción le dejara aun más hundido.

Maldito tráfico. Maldita memoria caprichosa y traicionera.

Hoy el asiento del copiloto estaba vacío y el perfume de ella no llenaba todo el espacio de coche, pero él lo notaba igual. Todavía guardaba su foto en la cartera, no por esperanza de volver a estar con ella, sino por que había sido tanto para él en su vida que tenía la sensación de que si tirase la foto perdería un gran trozo de sí. Sólo ella le dio sentido a su existencia y no estaba preparado para desvincularse más aun. Esto era un sinsentido y lo sabía.

Malditos semáforos. Malditos solistas del claxon. Maldita vida.

¿Qué hacer? No se imaginaba el futuro, ni sabia que quería. Ilusiones y sueños que tuvo en el pasado se desvanecieron. Vivir o intentar sobrevivir era su inercia, más por impulso que por intención propia.

Joder y ahora se pone a llover. Maldito tiempo. Maldito mundo.

Trabajar y consumir su tiempo libre en cualquier cosa que no le dejase estar consciente a solas consigo mismo era su obsesión. No pensar, alejarse de la soledad. Seguramente la soledad es el sentimiento más antiguo que alberga el ser humano y el amor una consecuencia de él. Una camino de engañarla es disolviendo la insoportable existencia de uno mismo con la de otro ser para formar una pareja. A veces ocurre que la también la existencia como pareja se vuelve insulsa y pobre entonces se tienen hijos.

Malditas obras. No se ve nada. Maldita noche.

Odiaba conducir de noche y con lluvia. Iba e iba con desgana, más por compromiso que por gusto o apetencia. Ellos, sus amigos, le caían bien pero ahora, paradójicamente, prefería estar sólo, que no se trasluciese su sentir, que nadie notase su ánimo, no quería preocuparles ni aguar la velada.

Malditos deportes. Maldita sociedad de bobos y superficiales. Maldita panda de alienados.

Le cargaban los triviales e estúpidos comentarios sobre el deporte que vomitaba la radio. Era irracional que hubiese gente que condicionase su vida y las relaciones con los demás según los resultados de su equipo preferido. Bueno, ya casi había llegado. Sólo quedaba encontrar aparcamiento. Sólo.

Malditos coches. Malditas zonas azules. Maldito amor.

¿Existe realmente el amor o es sólo una forma de conseguir sexo con constancia? ¿Tiene el sexo sentido en sí mismo o es sólo la manera más profunda de sentirse ligado a alguien y huir de la soledad? Cariño a través del sexo y sexo a través del cariño… y el amor de envoltorio. Nunca más caería en la trampa. Mejor así. No más decepciones. No más fracasos. No más dolor. No más.

Por fin, un sitio, por fin. Mierda llego tarde.

Una cena con amigos. Un acto colectivo compañía mutua. Gente alrededor y distracción. Y sin embargo e incapaz de aliviar la soledad interior. Ocurre a veces que cuando más gente tienes rodeándote mayor es la sensación de aislamiento y más distante te sientes de todos, como si el tiempo corriese a una velocidad diferente para uno a la de los demás.

Allí están, bueno… no soy el último.

Esperaban bajo un balcón próximo la entrada al restaurante. Eran cinco y aparte de él faltaba una pareja. Los saludó y mientras terminaba la ronda llegaba la pareja faltante acompañados por alguien más. Una chica.

¿Quién es? Parece maja. Me esta mirando…

Fueron presentados. Entraron todos al restaurante. Ella se sentó cerca de él, pero no al lado. Durante la cena fueron conociendo vagos detalles de la vida de uno y otro. Él la miraba, le gustaba su forma de hablar, de gesticular, de expresarse. No es que fuese guapa propiamente, pero tenía un “no sé que”… y tonta no era precisamente. Se sentía atraído por ella.

¿Tendrá pareja? ¿Le habré caído bien? Es tan maja…

Tras la cena amena y agradable fueron a un pub próximo. Había dejado de llover y seguramente si él hubiese mirado al cielo habría dicho que comenzaba a brillar el sol en esa noche enero. Consiguió colarle discretamente la pregunta sobre su estado social y averiguó que no había nadie en la actualidad. Pudieron hablar con la intimidad que daba la fuerte música ambiental. El agrado parecía mutuo. Al despedirse se dieron dos besos en las mejillas que a él le supieron a poco. Se fue camino de su coche con una sonrisa en los labios, una manojillo de pequeñas ilusiones y un número de móvil.

Que maja, que maja, que maja…quiero verla de nuevo, ya la echo de menos.