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lunes, 18 de febrero de 2008

Los errantes (II de IV) - La historia


Continuación del relato con segunda parte para llegar hasta la mitad.

Capitulo II – La historia

…pero mi nombre no es importante. Llegué, a está gran ciudad hace unos días, y decidí poner, aquí, escritas todas mis sospechas, todas mis visiones. Quizás, en un futuro, le sirva a alguien para desvelar el misterio que, a los que ahora siento como hermanos, nos rodea. Moriré pronto, lo presiento, y moriré sin llenar este vacío que durante toda mi existencia me ha arrastrado de un lugar a otro, errante, sin destino… Al fin moriré y no me pesa ni lo temo, sólo me causa curiosidad.
Que maravillosa esta biblioteca donde tanto saber hay encerrado, casi me parece un insulto dejar aquí este texto, pero así ha de ser.

Mi niñez, mi juventud son turbios recuerdos envueltos por la niebla del olvido. Pero recuerdo el camino, sobre distintos paisajes, siempre el camino. Siguiendo adelante, buscando como saciar este vacío. Primero me atrajo el dominio de las armas, pensé que de esa manera me sentiría completo. No fue así, fui de un lado a otro aprendiendo hasta que ninguno me pudo enseñar más. Fui discreto, nunca quise ser un guerrero, sólo luché para defender lo que creía justo, pero nada de eso me lleno. Había momentos, en la lucha, en los caminos, que imágenes fugaces pasaban ante mis ojos, imágenes de otro mundo, de otras gentes, y que las sentía muy mías. Las noches eran temibles sueños que me trasportaban guerras, a enfrentamientos, y siempre había un ser muy poderoso, ¿quizás un ser sobrenatural?, no lo sé, forma parte del enigma. Comencé a dormir cada vez menos, por miedo a mis sueños, sólo lo hacia abatido por el agotamiento.
Mi interés se volcó luego en las ciencias, no en la que enseñan en los templos, jamás admiraré a los dioses, malditos presuntuosos, sino a las que residen en las cosas, en la naturaleza.
Aprendí, sí, aprendí mucho. Al dormir menos, las imágenes se hicieron más frecuentes de día, y el vacío de mi interior más hondo.
Encontré otros como yo, hermanos de destino. Nos cruzábamos en el camino y con sólo vernos los ojos nos reconocíamos, detectábamos el vacío en nuestra mirada. Han sido bastantes, sí,… recuerdo al asesino compulsivo, aparecía y mataba por matar lo que fuese, no le importaba, y volvía a desaparecer sin cambiar la seriedad de su cara; …al herrero que fabricaba objetos maravillosos y luego los destruía, buscaba el mineral perfecto; …el alquimista en busca de los elementos puros; …el atleta de fuerza y velocidad descomunales, tras la bestia que lo superase luchando cuerpo a cuerpo… Tantos, todos grandes, todos tan distantes al resto de sus congéneres, humildes, silenciosos, todos tristes, sus ojos, nuestros ojos apagados, con este ansia infatigable, con este vacío, este sentimiento de no ser completos. Que tremendo dolor para un humano.

Seguí aprendiendo, algunas cosas asombrosas, que conmigo morirán. Según los días se acercaban hasta hoy, las imágenes, las visiones, los sueños se han ido haciendo más frecuentes. Tengo la certeza, que todos compartimos este terrible hado, y me pregunto, a veces, que ocurriría si nos uniésemos, si compartiésemos nuestros sueños y visiones. Oh, que maravillosa fuerza. Quizás, así, todos juntos calmásemos el vacío, quizás descubriésemos que maldito ser tramó esta tortura… debe haber una relación, no puede ser casual. Siento pena pues a alguno de mis hermanos maté y bien sé que ellos a otros mataron. El bien, el mal, cada uno tenemos nuestra idea o nuestro instinto, que por desgracia como ocurre con los demás seres de este basto mundo, rara vez coincide. Fino aquí mis líneas, con una pregunta nunca podré contestar ¿qué me deparará la muerte?


4 comentarios:

Persio dijo...

Unamos nuestros sueños, y nuestros deseos, para ver que le deparará el tránsito al protagonista.

Uno dijo...

persio
Gracias por tu visita y comentario. Espero que no te decepcione el final.

Saludos

Daniela Haydee dijo...

El escribiente llevaba una vida rutinaria que le estresaba sobremanera y por eso necesitaba hacer otras cosas que le entretuvieran a la vez que le enseñaran, en una época dónde las batallitas se debían llevar mucho, por la dedicación que el susodicho admite haber tenido...

Menos mal que se dio cuenta de que las creencias se pueden defender de otro modo, porque con esa entrega suya, cualquiera le lleva la contraria si sigue queriendo pertenecer a este mundo...

Un saludo, pues.

Uno dijo...

Daniela Haydée
Ciertamente el autor de la historia tenía su ideal del bien y el mal, y de lo que es la justicia. Un hombre que creia en sus ideas y pensamientos y era resolutivo.

Saludos